La asesina ilustrada de Enrique Vila-Matas, por Juan Martins

Posted on noviembre 17, 2011 por

2


 

El libro LA ASESINA ILUSTRADA está contenido en EN UN LUGAR SOLITARIO, Volumen de la Biblioteca Vila-Matas en De Bolsillo.-

 

LA ASESINA ILUSTRADA – JUAN MARTINS

Hay libros que inspiran miedo. Miedo de verdad. […] leía entonces una novela breve en una de cuyas páginas se advertía al lector que a partir de ese momento podía morirse. Es decir que se podía morir literalmente, caerse al suelo y no levantarse. La novela era La asesina ilustrada, de Enrique Vila-Matas, y que yo sepa ninguno de sus lectores se murió aunque muchos salimos transformados después de su lectura, con la certeza de que algo había cambiado para siempre en nuestra relación con la lectura…

Roberto Bolaño

En La asesina ilustrada de Enrique Vila-Matas la posibilidad de dar con la muerte de su lector es en sí una figura lúdica donde lo narrativo se dispone a establecer una dinámica entre este lector y la composición del texto. La intriga entonces se da en la medida en que las «voces» se van comprometiendo con el sujeto (en tanto es la voz del narrador que representa al pensamiento) del relato: la relación estrecha entre personajes y lector. La alteridad tiene lugar cuando el lector se enreda con la historia de esta breve novela: concretar aquella posibilidad como una realidad misma del acto de la escritura. Haciéndonos pensar en los poderes de lo escritural. Todo va aconteciendo desde la pasión del lector: qué habrá en esa historia de intriga al punto que la subjetividad del lector se compone en el mismo relato, como si aquel ejercicio de la sintaxis materializara su vivencia: el hecho real de convertirse en una nueva víctima del libro (la novela como un objeto físico capaz, por fuerzas creativas, de tergiversar la realidad). Nada hay de real en eso. Lo sabemos, pero tal intriga queda sellada en los límites del lector. En cualquier momento puede éste soltar la lectura, abandonar la realidad de la novela y excluir de su vida el libro. Y no sucede, por el contrario, la narración le seduce hasta el final. El pensamiento del lector queda reducido a esa necesidad del relato. Enrique Vila-Matas lo consigue aun sobre ese hecho inverosímil de matar a su lector: autor-lector-escritura en el instante de la lectura: identidad mágica y creadora. Y se sostiene sobre la duda: dudar de que al final de la historia pueda ser el lector una víctima más. Esa duda se impone en la sintaxis, hacia una idea final que tenga de la realidad cuando se somete a dicha alteridad. Vila-Matas sostiene el discurso representando las voces de los personajes en escritores todos: literatura dentro de literatura.

La escritura del relato es una representación del discurso y, por consecuencia, sustituye un género en otro (la prosa poética, el relato breve y el poema interceden sobre la alocución) como si quisiera crear ruptura con el pensamiento lineal del lector: el desánimo de éste por su realidad cuando a su vez está convencido de aquella ficcionalidad de la muerte. Se da desde lo ficcional porque la realidad es tergiversada por otra: el relato La asesina ilustrada dispone, en el transcurso de lo narrado, aquella posibilidad de que se produzca la muerte a quien lo lea. Primero a Ana Cañizal quien tendrá la responsabilidad de escribir el prólogo que le solicitara ElenaVillena. Y para hacerlo, Ana Cañizal, deja redactadas notas de cómo llevar a cabo esa escritura (constituyéndose en la novela que tenemos entre manos) y sucesivamente, ésta, Elena Villena, relata a un tiempo lo que ha escrito aquella, disponiéndose todo en la narración de Vila-Matas. A partir de esa figura lúdica, la tensión, la muerte y la pasión de los personajes por la escritura sustituyen la lógica de los acontecimientos, instaurando como decía el discurso de lo fantástico. Pero en este autor será un recurso literario para acentuar una poética escritural sobre lo narrado y su arreglo al género de novela breve. Es decir, la escritura como material literario aun en las anécdotas menores de estos escritores quienes crean esta dialéctica en el narrador a modo de sujetar al lector a la vida de éstos: Vidal Escabia un poeta menor y responsable de plagio, la mencionada Ana Cañizal —una joven que escribe prólogos para una editorial— y Juan Herrera quien escribe de sí mismo

«…Ahora, la reedición de su obra, unida a la divulgación de los artículos que publicara en El Sol, así como la publicación de Burla del destino, hace previsible la definitiva incorporación de su nombre al panorama de las letras de su país. No obstante, no vamos a engañar al lector: su desaparición no deja un hueco importante en la historia de la literatura española…»

dejando a posteriori la certeza de su futura muerte. Presagio que insinúa el lugar que ocupa el lector. Finalmente, Elena Villena autora de aquel cuaderno del relato La asesina ilustrada (escrito en prosa poética) será quien solicite el prólogo para Burla del destino de Juan Herrera en un homenaje póstumo a éste, su esposo. Y aquí donde aparentemente debe terminar todo, muy por el contrario, empezará hasta enredarnos en la reflexión de lo escritural que pueda surgir de esta lectura (insisto: de esta novela que tenemos entre manos). Y como si no bastara con tanto enredo, es a Vidal Escabia a quien le tocará escribir este prólogo una vez que, por razones extrañas y sin haber cometido su propósito, se suicidara Ana Cañizal. Tarea frustrada, éste también morirá no sin menor tinglado.

Como sabemos, quienes anteceden a Elena Villena morirán víctimas de aquel presagio. Por una razón muy sencilla: todos antes habían leído el relato La asesina ilustrada y como paradoja ahora es el mismo nombre que Vila-Matas le da a esta breve novela. Simbología de la lectura en manos del lector. Signo y objeto se identifican en el sentido, creando una dispersión real del signo (en tanto al libro como objeto de arte) hasta connotar en el libro esa significación de la escritura.

Enrique Vila-Matas dispone de modo heterodoxo del género: la representación no formal de lo narrado sucedido de una sintaxis mayor: una hermenéutica de la escritura. En ese contexto de la escritura, el tono ensayístico toma cobertura, otorgándole a esta breve novela un nivel de interpretación de la literatura. De modo que aquella vieja idea de Unamuno de escribir una novela que produjera la muerte de quien la leyera se pone de manifiesto dentro de esta aventura literaria: el hecho lúdico queda evidenciado en la honestidad de la escritura. La disposición de lo narrativo le confiere a la escritura un poderoso contenido creativo y la capacidad de lo ficcional en el lector: dudar, como señalaba más arriba, de la realidad que es en ese instante la aptitud, por parte del lector, de desarrollar la ilusión de la escritura. Pero ese poder creativo tendrá la participación del lector en la medida que éste dispone de la historia como si fuera ésta capaz de convertir al libro de la novela en un «libro asesino». Una puesta en escena del mejor humor. La ilusión entonces subvierte la moral del lector y por supuesto juega con el uso natural del libro. Permitiendo que la escritura (en un fragmento de la alteridad) tenga la capacidad de transformación de lo objetual: lo «cosificado» se organiza en la subjetividad de aquel lector. La escritura sobre los límites del temor, la intriga, el miedo y la pasión. De hecho, el relato se traslada de un acontecimiento a otro: la pasión, la vida aún lo erótico como modalidad discursiva. Haciendo que este relato no se abandone sino que se lea con el mismo ánimo que lo hizo Roberto Bolaño en su momento.

Fuente:

http://criticateatral.wordpress.com/2011/07/14/la-asesina-ilustrada/